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Daniel Rodríguez
{ "tags" : [ "narrative" , "horror" , "spanish" ] , "title" : "Desvelado en Pesadillas II" }

Cuento corto del 2009.

II

5...

6...

7...

Los números se marcaban en rojo mientras subía por el ascensor hacia mi hogar, con mucho nerviosismo, me había venido lo mas rápido posible desde el centro comercial y estaba consciente de que la policía estaría por llegar pronto. El claustro aligeraba las tensiones, de manera extraña, con el suave vibrar de la máquina al subir, la soledad, el silencio. Había un tubo de metal frente al sucio espejo y coloqué mis brazos sobre el mismo, para descansar la postura un poco. Observé el piso y los zapatos que cargaba, con mi ropa interior hacían las únicas prendas que no intercambié con el desafortunado trabajador. Alcé la mirada y me vi, transpiraba y respiraba de manera agitada, por más que tratara de ocultarlo no podía. Pese a la adrenalina, estaba cansado.

Se humedeció mi frente y subí el brazo para limpiarme con la manga. Quedaba poco para salir.

Tenía grabada en la mente la imagen de la carta que contenía el sobre en aquella mesa.

"¿No te acuerdas de mi?" ... Impreso en rojo y un beso marcado con labial carmín. La carta estaba perfumada y tenía en el reverso una dirección referida a una avenida popular en el sur del estado, seguida de la oración "Llámame..."

¿Quién era? ¿Qué relación tenía con todo esto?

Se detuvo el ascensor en el piso once, bajé, abrí la puerta, ingresé y agarré una silla, de inmediato volví a llamar al ascensor y coloqué la silla en la puerta para que no se cerrara y por ende, no se moviera. Me dispuse a empacar. Cambié mi vestimenta para colocarme la ropa más deportiva que tenía, y metí en un bolso un traje elegante, una pijama y ropa interior. Dinero, todo el que me fue posible empacar. Memorias USB, una botella con agua, cuya etiqueta a un costado me hacía recordar que era "100% cristalina", cadenas de diferentes tipos, un cuchillo militar multiuso, un reproductor de audio, pastillas, cepillo de dientes, pasta de dientes, desodorante, jabón, una toalla y cerré el bolso.

Fui al balcón y vi una camioneta oscura recién estacionada, dejando bajar a unos de veinte hombres armados. Me coloqué el bolso, salí corriendo al ascensor, quité la silla y toqué los botones de los pisos 7, 5 y 3, esperé pacientemente hasta que llegara el piso siete, se abrieron las puertas y entró una señora. Disimulé tranquilidad. Piso cinco, me bajé, se cerraron las puertas del ascensor y me coloqué en la esquina más cercana a las escaleras pero en sombras, a esperar.

No tardaron en sonar pasos frenéticos subiendo, mi intuición decía que los oficiales seguramente se habían dividido en varios equipos; al menos uno entraría en el ascensor de los pisos impares en planta baja, el segundo equipo subiría un piso y entraría a los ascensores pares, se detendrían únicamente éstos dos primeros equipos en el piso 11, mi piso. Quizás un tercer equipo subiría hasta el techo por las escaleras, aunque yo mandaría varios oficiales al sótano. En planta baja o a las afueras del edificio seguro habría un par de uniformados esperando y atentos a cualquiera que pareciera ser sospechoso.

Si mi lógica había sido correcta, podía bajar a planta baja y pasar desapercibido por mi inusual vestimenta deportiva, mi gorra y mis lentes, o al menos me daría tiempo para luego ir a las áreas verdes detrás del edificio y salir por una reja desgastada cerca del parque.

De modo que así hice, cuando los pasos dejaron de sonar, abrí el bolso, me puse la toalla sobre los hombros y me coloqué el reproductor de audio, bajé por las escaleras hasta la planta baja, al llegar caminé hasta el parque por una verja metálica vagamente usada. Habían algunos oficiales observando a cierta distancia, vi a uno empezar a acercarse, me quité la toalla para limpiarme el sudor hasta quedar de espaldas a ellos y comencé a cantar con tono agudo la canción que sonaba en mi reproductor con la intensión de aparentar ser alguien completamente diferente y evitar preguntas. Abrí la reja oxidada y salí lo más rápido que pude, trotando con gestos exagerados. Todo había salido bien, según creía, aún así tenía que agarrar un taxi lo mas pronto posible hasta la avenida que mencionaba la carta.

Lo tomé en la esquina.

Por fin tenía un momento de calma. Asumía que el viaje duraría por lo menos media hora, y era suficiente para pensar en todo lo que sucedía. ¿Por qué huía?, estar jugando al gato y al ratón podía traducirse en consecuencias mucho peores, y aunque estaba consciente de que "no huir" me metería en la cárcel siendo inocente, me di por hecho que lo que me impulsaba a huir era un terror muy grande a mis alucinaciones, el cual me resultaba sumanente atractivo.

Traté de liberar mi mente con el paisaje, la ciudad estaba agitada, el trafico variaba considerablemente, cornetas sonando, motores al arrancar, voces. Era una ciudad viva y voraz. Cerré mis ojos, tenía sueño. Abrí mis ojos asustado, no había pasado nada, no me había quedado dormido, por suerte. Tenía miedo. El taxista escuchaba música popular de la zona y mientras, seguía el ritmo con sus manos golpeando el volante, lo giraba a izquierda y derecha, lo giraba... lo giraba...

Blanco...

Negro...

El pitido en mis oídos, fuerte. Voces de personas, dispersas, incomprensibles. ¡Gritos! ¡Un disparo!... ¿Risas? suspiros, risas de nuevo, una voz femenina atractiva, sus piernas bajo sus medias semitransparentes, sus sandalias con tacón golpeando el suelo, la carta, ropas deslizándose sobre pieles. Me sentía feliz, libre. Sus dientes mordiéndome, sus labios humedeciendo mi piel. El cielo, la luna, las estrellas. Sangre.

El pitido. ¡Fuerte!

La copa bailando, el disco rayado. La copa quebrada. Una vista por sobre los techos y desde aquél edificio cuadrado una explosión en silencio, llevando consigo los vidrios, los cristales por los aires y el polvo que caía de las grietas del techo. Las aves volaban para alejarse pero no lo conseguían, reventaban como globos. El pitido. ¡Fuerte! ¡Más Fuerte! Me vi sentado en una cama, desnudo, rodeado de personas, que cantaban y alzaban los brazos, pero el pitido era más fuerte que ellos. Cerré los ojos. Grité.

¿Pasó algo señor? - Dijo una voz detrás de la puerta. Dije sin pensarlo que no. Tenia la mirada difusa pero me sentía bien. La voz me expresó que al indicio de otro escándalo como ese, ingresarían a la habitación sin preguntar y le dije que no tenía problemas con eso. Me estrujé los ojos, bostecé.

¿Donde estaba?

Cerré mis ojos con fuerza y los abrí, una cama, sábanas, un espejo. Por como estaba distribuido el lugar comprendí que era un hotel o motel. Sangre. Bajé la mirada y vi a un hombre en el suelo, era el taxista, de espaldas, con la ropa destrozada y una herida muy grave que dejaba al desnudo su columna. La sangre bañaba todo el suelo, las sabanas de mi cama, y mis manos. Al verme al espejo confirme que también mi boca estaba llena de sangre. Vomité.

Al poco rato me sentía mejor. Me bañé, acomodé mi bolso de nuevo, me vestí, registré al hombre muerto y tomé las llaves de su vehículo. Observé por la ventana y comprendí que me encontraba en la dirección señalada en el sobre. ¿Quién era esa mujer?

Salí de mi habitación y fui a la recepción del motel. Pregunté si alguna mujer había salido hacía una media hora más o menos y el aburrido trabajador me respondió diciendo que centenares de mujeres pasaban por ahí en cada momento y por ende, no podía recordar con precisión. Le dije que saldría a comprar unas cosas en el centro comercial mas cercano y pareció no importarle.

Al dar los primeros pasos al aire libre nocturno, la brisa fría de la noche aumentaba mis preguntas. Fui al estacionamiento y ubiqué el taxi, me monté y coloqué el bolso en el asiento del copiloto. Agarré el volante con fuerza, mucha fuerza. Reventé en llanto.

Golpeé el volante, cada cierto tiempo me limpiaba las lágrimas. Me sentía afligido e impotente. Sollocé. Me sostuve la cabeza con las manos. Lloré un poco mas y me quedé acurrucado en el asiento del conductor, mientras observaba como empezaba a lloviznar. Cerré mis ojos. La llovizna parecía un concierto en pequeña escala de tambores, golpeando metales y otras superficies, aumentando cada vez. Hacía pensar en aplausos y me sentí en la tarima de un concierto, inclinándome y dando gracias. Sonreí. Así mismo se parecía al viento y a las piedras, a tantos sonidos naturales. Era tranquilizante.

.

.

.

Un trueno, y me asusté levemente, abrí mis ojos y los sentí cansados, como sucios después de tanto llorar. Tenía que reaccionar. Busqué en varios sitios para guardar objetos dentro del carro, creía que algo importante debía conseguir, algo que me guiase hacia lo siguiente. Una pista quizá. Me sentí infantil al querer buscar ayuda en esos sucesos extraños. Finalmente, encontré otro sobre en el suelo de los asientos atrás de mi. Quería leerlo, pero en otro lugar. De repente me dejé de sentir seguro. Encendí el motor, retrocedí y me dispuse a salir del estacionamiento, viajaría a otro estado, a donde me sintiera seguro como para leer la carta.

Avancé hacia la entrada y vi como salían corriendo un par de personas con linternas en dirección a mi auto, comprendí que seguro habrían querido hacer mantenimiento a mi habitación, observaron el desastre y bajaron para detenerme, por ende: aceleré. Avancé por la avenida, siempre en una misma dirección, al principio iba rápido, luego disminuí la velocidad. Me detuve en una estación de servicio a quitarle el aviso de taxi a mi vehículo, una vez hecho esto, procedí a comprar comida, bebida y llenar el tanque de combustible. Pagué, y antes de irme vi mi rostro en las noticias, y mi nombre. Me estaban buscando. Caminé rápidamente hacia mi auto y retrocedí, mientras lo hice observé como una de las empleadas llamaba por teléfono, asumí a quién se dirigía la llamada.

Mi viaje continuó ininterrumpido. Me detuve a las orillas de un gran río, cerca de un puente. Apagué el motor y volví a tomar el sobre, lo abrí y leí la carta.

"Han pasado muchos años desde que empezaste a tener esos sueños. ¿Te acuerdas? Al principio eran esporádicos, y desaparecieron tras una época de insomnio. ¿No es así?

¿Te has preguntado si eran sueños realmente? O quizá era tu locura la que te borraba esos momentos especiales conmigo.

Pareces no acordarte de nada...

Te he venido persiguiendo arduamente, año tras año, buscando la manera de que me veas a los ojos y me descubras. Buscando que me desnudes con la mirada y te entregues a mi. Quise hacerlo por las buenas... pero no me dejaste otra salida, querido."

Vi sus piernas a mi lado. Horrorizado. No podía subir la mirada. Solo sus piernas.

¿Querido?
¡Queridooooooooo! ¿Por qué no me miras? - Decía.

Reía.

Yo no podía moverme. Mis músculos estaban dormidos, no respondían. La lluvia golpeaba el auto fuertemente. Aunque ella me hablaba, solo podía ver sus piernas, perfectas, desnudas, inmóviles. El ruido empezó a sonar, más alto, se mezclaba con sus preguntas. Quería que le hablara, que la viera, que la besara, y con cada palabra, con cada letra, el sonido se elevaba más y más.

¡YA! ¡PARA!

Un trueno y desperté. No había nadie. Una luz fuerte apareció de la nada y me volteé para ver a un oficial en las afueras. Era una patrulla con las luces altas sobre mi, asumía que me apuntaban. Por un parlante gritaban que saliera del auto. Me dolía la cabeza. Tenía ganas de gritar, de romper algo... hasta matar era capaz. Pero cedí ante la presión y salí del auto suavemente. Estaba mareado, caí de rodillas y alcé la mirada, un policía se me acercaba y me tiraba bruscamente el rostro contra el suelo.

Todo daba vueltas, los sonidos bailaban y se repetían, se hacían ruido y las imágenes se hacían maleables tal cual nebulosas, las voces parecían preguntarme algo, yo solo me dejé vencer. . .

by-nc-sa Daniel Rodríguez.