Verdadero o falso, los puntos que desde el vacío silencioso se van marcando en el pentagrama de los sentidos, las blancas, las negras, las corcheas, el ritmo, de los latidos que colman las venas con el fluido sagrado, alimentando así a nuestros pobladores, quienes nacen, crecen y desfallecen, con mayor precisión que la que tendría un reloj de cuarzo. Aquel pulso que los comunica, y que con las vibraciones externas se manifiesta, ¡Que además decide si es cierto... o si es mentira! asciende por el árbol de cables estelares hasta la matriz. Y aunque en los tambores del abdomen no se conozca con certeza lo que pasa por la aristocrática materia gris de la cabeza, no hay motivo para que haya quejas, puesto que con el sol matutino, la humedad y el ejercicio se les recuerda que son parte de un motivo, un florecido capricho que producirá frutos que tratarán de colarse por las vías informativas del ambiente, evaporarse y cargar a las nubes con conceptos que pretenderán mojar las pieles de otros, y así, contribuir con la supervivencia de la especie, y del planeta, que aunque no quiere, sigue padeciendo el avance de la cuarta sinfonía, que vibra a través de la fonocaptura universal, para ser reproducida por el altavoz de los sentidos, que perciben, con el subir y el bajar de la aguja, bit a bit de historia.