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Daniel Rodríguez
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Hola de nuevo, visitante, te escribo por el placer de bienvenirte, amigo pasajero, aventurero de mentes, que en este instante pasa de vivir a detenerse, y que en este pueblo fuera del mapa planeas tomarte un descanso. Lamento decirte que el espectáculo de hoy, en este bar de pensamientos, es (otra vez) un monólogo sin etiqueta, una pócima sin receta, un trago típico y exótico que te entrega la casa sin costo, tómalo a riesgo, pero si me dejas aconsejarte, no te lo tomes tan en serio, así que: ¡Salud!

Te cuento que, estuve bastante tiempo pensando qué decirte, a mediados de Diciembre llegaron algunas figuras que habían sido encargadas a ciegas y fueron movidas al almacén, pensé en lucírtelas en algún relato, pero decidí guardarlas. Llegaron más encargos cuando vino la noche más larga de invierno, pero ni con esos, ni con los de fin de año, me sentí convencido.

Con toda la espera me ha dado tiempo de sacarle brillo a estas ideas, ¿A que no adivinas de qué tratan? Pues, puede que no te sorprenda, son bastante existenciales, quizás un poco inocentes, de esas joyas tan brillantes que te hacen dudar de su pureza, casi me da pena mostrartelas, creerás que soy un insolente, pero a decir verdad, me divierte.

Todo empezó con un fallecer no tan cercano como para ser tragedia, que me hizo divagar en el concepto de alma y espíritu. Consideraba que no existía el tan aclamado “plano espiritual”, para mi era un sinsentido, un mito popular. ¿Era cierto esto? Mientras más pienso en alma, más pienso en lo esencial, en el centro del asunto, el kernel, mi alma, alma mater, el alma de la fiesta, y mientras más pienso en espíritu, más pienso en una superficie, en lo que interactúa con el entorno, como el espíritu libre, el espíritu de lucha ¿Tiene sentido? Me lo pregunté muchos días, sin poder encontrar cómo dejar de sentirlo razonable, pasaron los dolores de cabeza y comencé a ver el mundo tomando como premisa que el alma es el capital (el ser), y el espíritu son los activos (el estar). Soy un hombre joven, hijo de mis padres, venezolano y de finales del Siglo XX. Estoy vivo, ando viajando y mientras estoy escribiendo, en idioma humano, a veces escribo para las computadoras, a veces para mis seres queridos, hoy escribo para ti.

Si bien esta primera conjetura es inusual, incluso para quien la dice, es apenas el inicio de un desfile de ideas. Era nochebuena y pensaba ¿A qué viene todo este alboroto? ¿Por un hecho ficticio? Nos gusta reunirnos y alegrarnos, nos gusta tener beneficios a corto plazo, nos planteamos un calendario para planificarnos y para saber cuánto avanzamos, ¿Dónde estamos y a dónde vamos?, buscamos objetivos y luego evaluamos si llegamos, nos comparamos con otros y así vamos viendo si es que vamos bien. Las fechas son importantes, como el año nuevo, como el fin de los meses, en ese valle de números se calzan otras perlas por convenciones sociales distintas, como las religiones, los quince y último, y así tantas. De modo que, se hizo costumbre que el 25 de Diciembre fuera la conmemoración del nacimiento del icono del emisario de dios. Para que una idea sea asumida por una gran mayoría como cierta, primero debe ser simplificada en formas digeribles, como en un carpintero, como en un general cualquiera, como en un actor o músico que pasó su adolescencia trabajando para una cadena de comida rápida, como un niño cantando en Youtube, son esas imágenes de lo cotidiano las que, cuando son impulsadas por otros poderes ya establecidos, hacen posible hacernos creer que con una receta de ideales a seguir seremos capaces de cambiar el mundo.

Si alma es la esencia de una idea, y espíritu es cómo esta idea se relaciona con otras, el alma y el espíritu de dios son el núcleo y la superficie de las más grandes ideas compartidas. En los pueblos antiguos habían muchos dioses, como en el mundo hay ahora muchos países, pero a medida que los pueblos crecen y el tiempo pasa, nos damos cuenta de que separar las ideas nos hace más bien vulnerables, así que nos vamos uniendo, para pasar de células dispersas a un cuerpo, así partiendo de tener muchos dioses, las religiones más fuertes pasaron a ser las más unificadas y entre ellas se batieron, pero bueno, poco a poco.

Entre estos pensares y otros pesares los días fueron pasando, apareció el nuevo año y yo seguía buscando cómo escribirte. Acompañado con mi familia y otras familias cercanas, me sentí niño, sentí que me veían niño, pero andando a través de la ciudad, me sentí viejo, sentí que me veían viejo. Me sentí solo. En las noches, por dejarme llevar por mi crítica, me cegué a entenderte, dejé que entre nosotros aparecieran monstruos, figuras oscuras de misterio, acercándose desde la lejanía, convirtiéndose en miedos mortales. Eran espíritus de posibilidades nefastas, eran presagios de catástrofes, fantasmas de penurias, ilusiones de deberes. Habían tantas perspectivas y tantas maneras de ver las cosas que intentando verlas una a una no hacía más que perderme. ¿Era todo así?

Para ver el mundo espiritual de manera razonable tuve que asumir que no tenía la razón en mi totalidad (cuando pensaba que no existía en lo absoluto), pero es que, ¿Podré tener razón alguna vez? La realidad es medible, partiendo desde donde estamos, sin embargo no podemos ver sus límites, podemos pensar que los hay, y decir que más allá hay nada (como cuando se pensaba que el mundo era plano), pero... es tan egoísta ser así, ¿no sientes cómo bloquea las oportunidades?, ¿por miedo a lo desconocido? Me parece mejor pensar que la realidad es infinita y que los finitos son nuestros sentidos, estamos tan limitados que podemos medir distancias, encontrar texturas, olores, colores, números, o cualquier otra forma de forma.

Sobre temas de alguna manera relacionados, recuerdo haber conversado con otros amigos por Twitter, sobre la veracidad de la historia, concluimos que la historia era más un relato que una documentación y que mientras se intentase contar, estaría tergiversada por la postura. La historia es de los que ganan, de los que viven para escribirla, quienes pierden la oportunidad se llevan consigo parte de la verdad y ningún superviviente se esforzaría por hacer autopsias a todos los caídos para ir contra la voluntad de los victoriosos. Historias como la de Anne Frank sobreviven porque a una de las mayorías le pareció conveniente, aunque sea como retrato de tragedia, pero de haber sido considerada una amenaza para todos habría desaparecido, y por motivos más que justificables.

Entonces estamos incapacitados para la comprensión absoluta. La realidad no es subjetiva, nuestras percepciones son limitadas. La percepción varía tanto según la perspectiva que convencernos de una justificación nos hace inmediatamente ignorantes.

A mi me parece muy divertido buscar ver las cosas desde muchos puntos de vista, pero como les comenté, mientras más lo intento más me confundo, cambio de estado anímico según qué sombras vea, es mi naturaleza interponiéndose, conduciéndome a tomarme las cosas a pecho cuando soy perfectamente incapaz de alterar el pasado, como si encontrar y castigar al culpable resolviera el problema (cuando la raíz se encuentra verdaderamente en la causa), por otro lado, mientras asumo cada posibilidad como una verdad a medias, puedo armar un todo, que aunque es difuso y sin mucho detalle, se siente más natural.

Así concluye el desfile, camarada. Feliz descanso para ti y para tus seres queridos. Hasta una próxima visita.

“Era un muerto sin cabeza,
sin pantalón, ni camisa,
con las manos en los bolsillos
y una macabra sonrisa,
¡Yo lo vi!
yo si lo vi
¡Yo lo vi!
yo si lo vi.”
– Serenata Guayanesa.

by-nc-sa Daniel Rodríguez.